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LA GACETA_TUCUMÁN

La dificultad para concretar las ideas

Por Roberto Espinosa

A una solución solemos oponerles dos o más problemas. ¿Somos como el perro del hortelano?

Hace 13 Hs 1 2
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Podría tratarse de una extraña manía de relativizar las ideas, las cosas... “Sí, es blanco, pero podría ser verde o amarillo”; “Es cierto, pero se podría hacerlo de otro modo”; “- Hagamos algo. - Bueno, pero hay que ver primero si conviene, mejor nos tomemos el tiempo”. Se suele decir que a una solución, los argentinos les respondemos con dos o más problemas o la relativizamos de diversas maneras. Ello lleva a menudo a la inmovilidad. Los tucumanos nos caracterizamos por tener una dificultad de convertir las palabras en hechos. Si alguien lanza una buena idea, rápidamente se buscarán sus defectos, su inviabilidad, de manera que no se terminará poniéndola en práctica y todo quedará como era entonces. ¿Cuáles son las causas de esta dificultad? ¿A qué nos conduce esta parálisis? ¿Cómo salir de ella? Sí, pero… ¿Miedo a hacer? ¿A que nos critiquen? ¿A equivocarse? ¿Insatisfacción? ¿Egoísmo? Si a mí no me da placer que al otro tampoco le dé. No participan ni colaboran, obstruyen y dificultan la actividad y el entusiasmo de los que sí desean actuar. Los tan mentados palos en la rueda. ¿Somos como el perro del hortelano que no come ni deja comer?
> Un camino difícil
Ernesto Rojas | Escritor
Hay una predisposición natural dentro del mundo que habitamos, el escenario emocional es el que podrá definir la acción, es decir que “puedo vivir en la alegría, el miedo o el resentimiento” y así, por más grande que sea el intelecto de un sujeto, su estado de ánimo es una predisposición a la acción a la cual habita, a veces por la acción de los demás. Este sujeto debe poseer una fuerza consciente para discernir en el mundo. En estos casos, la creatividad claudica. Es decir, la creatividad empieza con la propia distinción, el hecho de utilizar la voluntad como un escalón de acción que ha de regir toda nuestra conducta psicológica es la base de la evolución, muchas veces sesgada por las redes comunicacionales. La posibilidad de transformar es un camino difícil, ya que durante tantos años de racionalismo dominante produjo una escisión con el mundo de las emociones, catalogando a este como sinónimo de debilidad, posicionando al hombre a un lugar ausente de valores y de toma decisiones acordes con intereses especulativos. Muchas son las causas que inmovilizan al sujeto para generar un espacio relacionado con el placer, desplazándolo del lugar del sufrimiento; una de ellas es el temor. El trabajo para revertir esa forma de vida permitirá al sujeto volver a relacionarse con el mundo de las emociones, de gratitud frente a su mundo familiar, a sí mismo. Un hombre que podrá definir su rol en un territorio propio y de dignidad. Es decir, de aquel ser íntegro y singular que perdimos.
> Recreo cerebral
Patricia Hart | Actriz-Investigadora
La idea se le apareció así, como una iluminación. Como suele suceder, las buenas ideas aparecen en los momentos de ocio, en el delicado equilibrio de los procesos de trabajo y descanso. Algo pasa en el momento del llamémoslo, “recreo cerebral”, un distanciamiento del discurrir racional. En los recreos cerebrales las neuronas se acomodan fuera del sistema lógico y se combinan de modo que logran un resultado magnífico, osado, creativo, tal vez una idea genial, quizás intuición plena. Con mucho entusiasmo comenzó a elaborar el modo de presentarla en el grupo. Ya reunidos y para que todos tuviesen la vivencia de estar en un recreo les dijo (muerto de risa): - Tengo una idea brillante y les propongo que juguemos a defenestrarla sin piedad (incluso yo) con todas las argumentaciones posibles y después nos cambiamos de rol y nos dedicamos a verle todos los aspectos positivos. Oficializar en conjunto y “a propósito” estas reglas es establecer de común acuerdo un sistema de análisis de forma lúdica, sin que nos pese expresar la potencial inviabilidad de su ejecución o el potencial éxito de su gestión. En este “juego serio”, las reglas enunciadas y aceptadas en el grupo provocan una disponibilidad del espíritu no solo a la comprensión de las particularidades de los otros sino que nos ilumina sobre nuestras propias emociones. Ubicarse en los distintos roles de las distintas formas de pensar, por un rato, es por demás muy entretenido y enriquecedor. Se detectan los miedos y dejan de ser tan aterradores/paralizantes y posibilita que las nuevas alternativas fluyan y paulatinamente se erijan victoriosas/libres/posibles.
> Rendición de cuentas
Carlos Duguech | Poeta
“Los tucumanos nos caracterizamos por tener la dificultad de convertir las palabras en hechos”, escribió Roberto. Tiene razón, pero yo centraría esa particularidad especialmente en la mayoría de los prometedores: los políticos comarcanos. Recuerdo que hace unos años presenté un proyecto, cuyas respectivas copias dejé en los distintos bloques legislativos. Consistía en que la Cámara se reuniera una vez al año (propuse el 1º de septiembre) en forma similar a la que en cada 30 de marzo lo hace para recibir el informe del gobernador. Pero esta vez se invitaría a todos los legisladores nacionales por Tucumán. Cada uno y por orden alfabético tendría la oportunidad de informar a los “representantes del pueblo”, en Tucumán, de todo lo que habían hecho por la provincia el Congreso. No era obligatorio concurrir, y en el transcurso de sus palabras (15 o 20 minutos) el legislador nacional no sería interrumpido, decía el anteproyecto. Era una manera de “obligar” a que los que actúen en la Capital Federal a dar razón de su trabajo por Tucumán. El anteproyecto preveía que la Legislatura igual se reuniría, sea que fuesen 10, tres o uno (o ninguno) los que aceptaran la invitación. LA GACETA destinó un buen espacio en sus páginas para dar cuenta de esta idea, y hasta con distintos pronunciamientos favorables de dirigentes y legisladores. Hasta hubo quien señaló que un proyecto suyo similar se había presentado. Y no pasó nada. Pero para intentar “convertir las palabras en hechos” presentaré por segunda vez el anteproyecto.
> Deponer la soberbia
Eugenia Flores de Molinillo | Docente-Escritora
El planteo alude a lo mucho que nos cuesta llegar a buen puerto cuando la idea proviene de una mente que -así lo creemos- no es tan iluminada como la nuestra. Colaborar con esa iniciativa sería “secundar”, es decir, ser segundos en la realización de la Idea, no primeros. ¡Ah, no, señor! Si no se me ocurrió antes a mí, es porque la idea no es tan brillante como la considera quien la expone. Esa puede ser una posibilidad… pero otras se van sumando, como ser el peso de la experiencia histórica: sí, sucedieron San Lorenzo y Maipú, pero también Huaqui. Alguna vez fuimos granero del mundo, pero nos metimos en una guerra que no por patriótica fue inteligente; la primera Universidad (Córdoba) se fundó a 47 años de la creación del Virreinato, mientras que en EEUU los puritanos fundaron Harvard a 17 años de su llegada. Tuvimos una Constitución tras 37 años de independencia, contra los cuatro años que demoraron los estadounidenses en tener la suya. Y no hablo del presente para no llorar. A los proyectos y triunfos individuales parece irles mejor, desde la birome al stent, desde Borges a algunos éxitos deportivos, pero las empresas colectivas son nuestro talón de Aquiles, a menos que sean delictivas, desgraciadamente. Que lo digan ciertos túneles fallidos aquí cerquita nomás. ¿Soluciones posibles? Deponer la soberbia, y saber apoyar firmemente a lo que valga la pena hacer. El fundador de nuestra Universidad lo tenía claro: “Pedes in terra ad sidera visus”, matrimonio feliz de la sensatez con el ideal. Y... ¡saber poner el hombro!
> Problemas de educación
Rodolfo Campero | Médico-Escritor
Nadie en su sano juicio desconoce que los argentinos suelen responder con escapismos, negaciones o inseguridades a la realización de tareas o iniciativas virtuosas. Seamos claros, la dificultad de convertir las ideas en hechos sólo existe en el mundo de los incapaces, de los atiborrados hasta el empacho con un genotipo de disconducta. Hace muchos años que se expresa una visible declinación de la calidad humana, dirigencial y general. Nuestra provincia agoniza en un mar de impedimentos que fulminan cualquier esperanza de prosperidad. Tal vez ayude a desentrañar tal anomia la novela “El Proceso”, de Kafka, en la que la impotencia se expresa en su dimensión jurídica, familiar y gubernativa. Laberintos insuperables llenos de mutuas repugnancias, una Justicia absurda, derivas metafísicas y la exculpación perpetua de los funcionarios de turno concluyen en el desaliento colectivo, cuando no en fracaso. De modo perverso (o corrupto hasta el tuétano) los incapaces obstruyen los proyectos indispensables hasta provocarles el colapso: la Sociedad Aguas del Tucumán y el robo de la escultura “Meditación” dixit. Hay una contracara: la de los “hacedores”, que emprenden un “tour de force” o carrera de resistencia contra lo imposible. Véase si no a los demócratas de posguerra, como Konrad Adenauer, Alcides de Gásperi, Walter Hallstein y tantos otros que catalizaron la integración de Europa. “Todos los problemas son problemas de educación”, decía Sarmiento. Para suerte, en Tucumán sobran personalidades de quienes aprender la manera de sofocar esa anomia, con esfuerzo, educación, cultura, honradez y amor a la provincia. Vayan tres ejemplos: el obispo Colombres, los hombres de la generación del centenario y Juan B Terán

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